M.Embajadora

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De buena cepa

domingo, 1 de mayo de 2011

LA AVENTURA AMERICANA DEL RIBEIRO


Foto: Mercedes González
EL PRIMER VINO CONSUMIDO EN AMÉRICA
Documentación que nos han facilitado en la pasada edición de premios AEPEV y creo que cuando menos os resultará interesante


-Un documento hallado en 2006 en el Archivo de Simancas desvela el asombroso viaje de “una o dos pipas de vino de Ribadavia” durante los viajes de Colón

-El vino del Ribeiro, de manos de “un clérigo gallego”, aparece mencionado en los interrogatorios de Bobadilla a Colón que ordenaron los Reyes Católicos



INTRODUCCIÓN: EL ASOMBROSO VIAJE DEL VINO AL OESTE

La interesante migración que desde hace 8.000 años viene completando el cultivo de la vid barriendo el planeta Tierra de este a oeste, comezó en los montes del Cáucaso aproximadamente en el 6.000 aC. Allí están datados los primeros restos de taninos que se conocen, procedentes de un recipiente de arcilla para la conservación de vino hallado de una excavación neolítica.

Como es sabido, las primeras civilizaciones en iniciar la cultura del vino fueron los sumerios, persas, hititas y babilonios, que nos dejaron amplias referencias sobre su elaboración y consumo, como consta en el propio Código de Hammurabi o en el texto narrativo más antiguo jamás hallado: La Epopeya de Gilgamesh.

Todos los amantes del vino conocen como la producción, fermentación y crianza del fruto de la vid saltó luego a Egipto -donde el vino fue un don que se atribuia a Osiris- y gracias a las culturas mercantiles del Mediterráneo, como los fenicios , continuó su viaje hacia occidente, acabando diseminada por las ciudades estado griegas.





Siguiendo su inexorable viaje al oeste, del Egeo pasó a Roma y sus colonias, universalizando el cultivo del vino en todo el mundo conocido en la antigüedad.

Como proceso histórico que nos acompaña desde los albores de la humanidad, esta sugerente aventura está completándose en estos momentos: a finales del siglo XX comenzaron a roturarse campos para plantar vides en amplios territorios de China y la India, como respuesta a la eclosión de una clase media que estima y demanda cada vez más el consumo de vino.

La llegada del vino a América

Evidentemente, dentro de este proceso migratorio que de este a oeste viene siguiendo concienzudamente el cultivo de la vid durante toda la historia, se produjo en el siglo XV el salto del Océano Atlántico y la llegada de los caldos europeos al continente americano.

Como en todas las ocasiones anteriores, el consumo del vino precedió a su plantación en el nuevo territorio, y llegó de manos de los conquistadores, en este caso los españoles comisionados por los Reyes Católicos para la exploración y explotación del nuevo continente.

Las tres naves fletadas por Cristóbal Colón para el descubrimiento de lo que él consideraba las Indias Orientales iban prolijamente cargadas de vino, teniendo en cuenta que para la incierta travesía, según los modernos calculos, se reservaban unos dos litros por marinero y día, como una parte fundamental de su sustento calórico, así como salvaguarda contra las enfermedades derivadas de beber agua en mal estado .

Tomemos como ejemplo el cargamento de la Santa María , una carraca de tres palos, erróneamente encasillada como “nao”. Construida en Galicia en 1480 (doce años, pues, antes del Descubrimiento) tenía un desplazamiento máximo de 223 toneladas y una tripulación de 39 hombres. Esto supone unas reservas de 28.470 litros de vino para un año, cantidad que, transportada en sus bodegas, fue sin duda, junto con el que llevaran la Pinta y la Niña, el primer vino consumido en América.


NUEVOS HALLAZGOS: UN TONEL “DEL BUEN VINO DEL RIBEIRO”


La falta de datos completos sobre las tripulaciones de las cuatro expediciones de Colón al Nuevo Mundo (ausencia de lista de integrantes o “rol”) han venido lastrando las investigaciones sobre los primeros y vacilantes momentos de la conquista de América.

Sin embargo, el afortunado hallazgo de un revelador documento en el Archivo de Simancas en 2006, realizado por las investigadoras Consuelo Varela (CSIC) e Isabel Aguirre (Cuerpo Facultativo de Archiveros del Estado) sobre el inusual interrogatorio que Francisco Bobadilla realizó a los hermanos Colón en nombre de los Reyes Católicos, nos deja en posesión de un impresionante hallazgo para la historia del vino y, en definitiva, para todo el espectro de lo que se ha venido en llamar “la cultura del vino”.

Tradicionalmente se conocía desde la Edad Media la importancia del vino del Ribeiro dentro del mercado mundial. Así, son famosas ya las referencias a estos caldos de Alfonso X El Sabio, que en su Cantiga 20 alude al “bon viño d´Ourense”, así como de Miguel de Cervantes, que pone halagos al vino de Ribadavia en boca del licenciado Vidriera, luego de que los halle en una taberna Genovesa, y las del obispo de Ourense, Muñoz de la Cueva, que los elogiaba diciendo que “los más generosos son los de las Riberas del Avia, celebrados en toda la Monarquía, y muy solicitados de Flandes, Olanda y Inglaterra (sic)”. En esto coincide un antiguo diccionario geógrafico que, traducido del inglés por Juan de la Serna, proclama que el Ribeiro “produce el mejor vino de España, que saca para Flandes, Alemania y otras partes de Europa”.

Mucho más sugerente para el tema que nos ocupa es la cita del Licenciado Molina, que introduce el matiz de las nuevas plantaciones: En su “Descripción del Reyno de Galicia”, afirma que Ribadavia es “la madre del vino en quilate subido”, y que sus vinos son “los mejores... del mundo en fama y obra, los cuales se llevan a Roma y a toda Italia, y a muchas otras partidas do se estiman en mucho, mayormente que, transplantados y sacados deste Reyno, se mejoran por allá en gran manera”.


Todas estas citas ya conocidas sobre las bondades del vino del Ribeiro nos colocan en disposición emocional para afirmar que los caldos de esta denominación podrían estar entre los primeros en dar el salto de Europa a América, tanto en cuanto a ser de los primeros consumidos en el recien descubierto continente, como en ser de los primeros “trasplantados y sacados deste Reyno” para colonizar el Nuevo Mundo, como sugiere la necesidad imperiosa de vino para consagrar y evangelizar a sus moradores que tenían los misioneros.

Sin embargo, esta sugerencia “emocional” no es, ni mucho menos, una constatación científica, ni una referencia que se pueda citar como inexorablemente cierta. En el mismo caso nos hallaríamos si extrapolamos la importante presencia de personajes gallegos en los primeros momentos de la colonización.

Así, Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrei (Verín, Ourense) fue nombrado Virrey de la Nueva España en 1595, siendo uno de los personajes más importantes del desarrollo de las Américas. ¿No habría este gallego ilustre de trasladar sus vinos preferidos a sus nuevos e importantes dominios? ¿No ordenaría don Gaspar plantar sus cepas de Dona Blanca o de Brancellao favoritas cerca de sus palacios, para abastecerse mientras llegaba casa flete de la distante metrópoli?


Pese a la realidad histórica de estos hechos, de nuevo nos movemos en territoro especulativo, por muy lógicas que pudieran parecer estas aseveraciones.

Sin embargo, gracias a recientes descubrimientos documentales sobre los viajes de Colón, estamos en disposición de poner fin a estas incertidumbres y constituir como verdad científica el consumo de, al menos, un vino concreto en los tiempos inmediatos a la arribada al Nuevo Mundo. Y ese primer caldo, cuyo consumo podemos ahora constatar documentalmente, es un buen “vino de Ribadavia”.

El documento hallado por Isabel Aguirre en 2006 en el archivo de Simancas alude por primera vez a un personaje gallego pertenenciente a las tripulaciones de Colón, cuyas listas de embarque se consideraban perdidas. Se trata de “un abad gallego”, y no está citado con mayor precisión porque, muy posiblemente, algunos clérigos pudieron embarcarse de manera irregular, ya sea huyendo o en un afán indeterminado por enmascarar su personalidad.

El documento de Simancas es una transcripción del Juicio o Pesquisa de Bobadilla, realizada en el año 1500. Francisco Bobadilla fue enviado por los Reyes Católicos para investigar las quejas por el despotismo de Colón y sus hermanos, y a su llegada, el 23 de agosto de 1500, los detuvo y los embarcó a España, como es sabido.

La transcripción de los interrogatorios y pesquisas realizadas entre los colonizadores de La Española cambiaron la percepción que se tenía hasta entonces de Colón como un magnánimo descubridor, contribuyeron a la desgracia del Almirante y, mayormente, a la postergación de su figura, que al cabo ni siquiera dio nombre al nuevo continente que -él más que nadie- negaba haber descubierto.

Sin embargo, para la historia del vino, este interrogatorio tiene una importancia transcendental, gracias a un hecho colateral que el pesquisidor Francisco de Bobadilla relata para ilustrar la crueldad y mala fe de Cristóbal Colón:

Como ejemplo de la hipocresía y cicatería de Colón para con los primeros pobladores que dejó en La Española, declara ante Bobadilla (documento que se conserva en el Archivo de Simancas) el testigo Juan de Salaya en los siguientes términos:



FOLIO XVIII
“ … venían algunas personas al Almirante (Colón) dolientes (enfermas) e que delante de todos decía... Dovos a Dios, dales a todos estos todo lo que uvieren menester”, pese a lo cual, en un alarde de crueldad “luego se entraba a la casa de los bastimentos e dezía: sy habemos de estar al apetito de todos éstos, no hay bastimentos para un día”, y ordenaba recortarles de nuevo sus raciones.

Es en este contexto donde aparece nuestro hallazgo:

“Ytem, dize que a un clérigo gallego le fue tomada una pipa o dos de vino de Ribadavia, e que estando ...

FOLIO XIX

… enfermo, pidió una arroba o dos de vino porque la ración que le davan era poco para su dolençia, e no ge lo quisieron dar, e lo vio morir e demandar el dicho vino”

Nota marginal del Folio XIX: “Que un clérigo gallego murió e que no le dieron de una pipa o dos de vino que le fueron tomadas”.



¿Quién era este “poble clérigo gallego”, enfermo y enfrentado a Cristóbal Colón, que tuvo que ver como le incautaban su “buen vino de Ribadavia” y que acabó muriendo desasistido de tan único consuelo?

¿De qué puerto partió, en qué nave arribó al nuevo mundo? ¿Cuál era su cometido, o el motivo de sus conflictos con Colón?




La respuesta a todas estas preguntas no consta en la transcripción recientemente hallada del juicio de Bobadilla a los Colón, y es muy probable que no podamos contestarlas nunca.

Sin embargo, este fugaz testimonio, este episodio lamentable de los primeros tiempos de la colonización de América, protagonizado por el mismísimo Cristóbal Colón y por “un clérigo gallego” es de crucial importancia para la pregunta que nos formulábamos más arriba sobre el posible protagonista del gran paso que supuso el salto a América del consumo de vino, un viaje de 8.000 años que se inició en el Neolítico en el Cáucaso y que, 7.500 años después, pudo tener un eslabón de su cadena protagonizado por el buen vino de Ribadavia.




Luis Congil. Ponente de Historia do Viño do Máster de Enoloxía da Facultade de Vigo (Campus de Ourense)





BIBLIOGRAFÍA:

-“La Caída de Cristóbal Colón”, Consuelo Varela, Isabel Aguirre. Marcial Pons Ediciones, 2006.

-“Galicia e o mundo colonial americano”, Pilar Cagiao Vila, María Luisa Pazos Pazos, 2007.

-“Historia del vino”, Hugh Johnson, Editorial Blume, 2005

-“El vino”, André Domine. Editorial H.F. Ullmann

- “Entre la cordillera y la pampa, la viticultura en Cuyo en el siglo XVIII”. Rivera Medina, Ana María. San Juan, Argentina, 2006

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